Estudiantes preparados para un mundo globalizado | BSS

Las paredes de las aulas han desaparecido, el espacio físico donde se desarrollan las clases trasciende el recinto escolar y la formación académica hay que buscarla más allá de los libros.

Todo ha cambiado en el mundo educativo y lo ha hecho en poco tiempo.

Hasta hace unos años, la educación era un sector muy tradicional en el que apenas se producían variaciones. Los profesores eran la única autoridad, dictaban sus clases magistrales desde su tribuna mientras los alumnos atendían en silencio o tomaban nota de las explicaciones.

Este modelo ha sido sustituido por un nuevo tipo de enseñanza que tiene que estar en consonancia con una sociedad que ha pasado del aislamiento a la globalización; del cuaderno de notas al IPad y del idioma único al multilingüismo. Son varios los retos que tienen por delante los alumnos de nuestro tiempo para competir con éxito en el futuro, pero nos detenemos en cuatro que trabajamos especialmente en los colegios BSS (Best Schools in Spain): formación permanente, nuevas tecnologías, multiculturalidad y adaptación al cambio.

La formación permanente

La formación permanente es un concepto con el que tanto jóvenes como profesionales en activo tienen que aprender a convivir, porque será necesario no solo para conseguir mejores empleos, sino para mantenerse en ellos.

En el siglo XX era frecuente que una persona se jubilara en la misma empresa en la que comenzó a trabajar a los 20 años. Hoy en día esto es altamente improbable que suceda. Las empresas tienen ciclos de vida más cortos y los profesionales cambian con frecuencia buscando nuevos retos profesionales, mejores sueldos o nuevas oportunidades.

Lo mismo pasa con la formación. Anteriormente un estudiante acaba su formación académica y con los estudios que había desarrollado podía desempeñar el mismo empleo toda la vida. Hoy los cambios se producen a tal velocidad que cualquier profesional que no se forme o recicle de forma permanente será expulsado del mercado laboral, o se resignará a ocupar puestos de baja cualificación y, por tanto, de menor remuneración. 

Pero esta es una tarea doble, en la que se tienen que implicar tanto los profesionales como las empresas. Los primeros, porque dependerá de ellos conseguir el progreso en su carreras y las empresas porque aquellas que no se preocupen por la formación de sus empleados serán menos competitivas, menos atractivas para trabajar en ellas y tendrán mayores riesgos de desaparición que sus competidoras que sí lo hacen.

El progreso de las nuevas tecnologías

La llegada de las nuevas tecnologías ha supuesto una revolución en la enseñanza que no parece tener límites.

En la parte más visible, las nuevas tecnologías llegaron a las aulas por medio de pizarras digitales que facilitaron el aprendizaje gracias a los numerosos recursos con los que contaban. Lo hicieron también a través de los ordenadores que ampliaban las materias estudiadas en clase o que venían en los libros.

Se incrementaron con los Ipads, cuya movilidad y facilidad de manejo permitía su uso incluso a los niños más pequeños. Ahora hemos llegado a un mundo donde el alumno -bajo la dirección de su profesor- es el que diseña sus propios libros y marca su método de aprendizaje utilizando los recursos de los lenguajes de programación que empiezan a dominar.

Adaptación a los entornos cambiantes

Lo dijo Heráclito hace más de 2000 años, «lo único que permanece es el cambio» y es una frase que sigue vigente como el primer día.

Los entornos profesionales evolucionan de forma continua y con ellos lo hace toda la sociedad. Solo quienes estén preparados para adaptarse a los cambios podrán crecer con éxito tanto laboral como profesionalmente. El sociólogo Zygmunt Bauman bautizó este fenómeno como «educación líquida», porque todo lo que consideramos seguro,  la sociedad, el Estado, las empresas o la propia educación, se está transformando.

Se ha derribado un mito para muchos y es necesario hacer comprender a las nuevas generaciones que la transformación será constante durante toda su vida. 

La multiculturalidad del mundo y en la educación

La multiculturalidad es un fruto de la globalización. Los movimientos de población se han hecho tan frecuentes que en las aulas de nuestros colegios conviven alumnos de muchas y diferentes nacionalidades.

Para los alumnos, la diversidad se ha convertido en algo natural y les ayudamos a que lo asuman extrayendo un nuevo aprendizaje de las costumbres, pensamientos e ideas de sus compañeros de pupitre.

La riqueza que aporta una persona de otro país a una organización es algo que valoran especialmente las empresas internacionales, ya que estos profesionales a menudo ofrecen nuevos puntos de vista sobre procesos que antes nadie se cuestionaba.

Todos estos retos han creado la necesidad de un nuevo modelo de educación donde los propios alumnos no solo participan de este cambio, sino que a menudo lo promueven reclamando la aplicación de los recursos tecnológicos en las aulas, demandando más idiomas porque tienen amigos con los que juegan o chatean en cualquier parte del mundo, y demandando cómo aplicar esos contenidos que estudian en el aula a su vida diaria.


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